El ekeko
Por: Hélard Fuentes Pastor
El "Ekeko", además e ser un nombre comercial y Dios e la Abundancia, es un personaje que en su raíz aimara refiere a "enano" o "retaco", y en el quechua, "eqeqo" -según Ariel Montúfar (1991)- significa "duende" o "diablillo". Lo cierto es que el "iqiqu" nos lleva al antiguo nombre de Tiahuanaco, que -tal y como sostiene Hernán y Laidy Jove (2015)- adoró a un diosecillo que alejaba a las fuerzas depredadoras de la naturaleza (granizo, heladas o sequía) y prodigaba felicidad vinculada a la producción. Sarko Medina Hinojosa se ha ocupado del tema en su libro: "El Ekeko y los deseos imposibles" (Aletheya, 2019), cuya propuesta resulta interesante cunado razonamos sobre dicho personaje. Naturalmente, los cuentos están relacionados con la angustia y la ausencia, no obstante la correlación de este "dios" con la fecundidad y la alegría, definición próxima a su dimensión terrenal y divina en el ámbito comercial.
El autor se ha concentrado en la escultura de barro del Ekeko (con chullo, bigote, chaleco, ojotas); el fanatismo en torno a esa figura, a su vez, el escepticismo en su ritualidad. Los demás relatos corresponden a "deseos imposibles", a pesar del lazo que existe entre "los gentiles", la "recompensa" y la vejez con el ídolo de la fortuna. Independientemente de aquella sólida articulación, nos presenta un Ekeko transfigurado que, tal vez por la prosa o la interpretación de nuestro tiempo, llama los "malos augurios", y no como sugiere la tradición original dentro de su representación simbólica del amor, la riqueza mercachifle de la suerte y hacedor de buenos deseos.
¿Es válido otro simbolisno? ¡Por supuesto! Aunque no es común, hay autores que también observan a la figura como un duende erótico y diabólico. En tal sentido, el Ekeko es un muñeco dual, obeso y jorobado, que personifica la fortuna (lo fasto) y el infortunio (lo nefasto). Nuestro amigo Medina Hinojosa en su creación literaria, se inclina por quien encarna lo negativo, motivo por el cual aparece una madre angustiada, un viejo devorado por el tiempo y el abandono, el acuchillamiento de un hombre, entre otros escenarios difíciles y dolorosos.
Pienso que el autor no se ocupa de un pasado mítico (que sólo puede inferirse por el personaje principal de su obra), menos de la contraposición entre las antiguas tradiciones y el mundo moderno (inferencia de contexto), como me espetarán los comentaristas Elton Honores y Daniel salvo, más bien encuentro la necesidad de exponer, comprender y encarar al espíritu maligno y siniestro, y no al mofletudo, risueño, pleno de bondad.
Otro de los valores que observo en la entrega de Sarko Medina es el cuidado de algunos detalles de carácter antropológico e histórico, como la necesidad de ofrendar cigarros al Ekeko los martes o viernes para que no cause estragos, o la referencia a calles e instituciones, verbigracia, el Asilo Víctor Lira, respectivamente. Aquí también exhibe el ciclo de la divinidad, desde su aparición , pasanod por la madurez hasta la extirpación, cuyo declive no depende puntualmente de la modernidad sino de otros factores sociales, por lo menos así lo plantea el escritor y periodista arequipeño.
Diario "Correo", Arequipa 23 de noviembre 2019
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