La escritora chilena Isabel Allende publicó el libro “Mi país inventado: Un paseo nostálgico por Chile” (Harper Collins Publishers, 2003 ). Esto escribió entre las páginas 22 y 23:
“El llamado norte chico, que algunos no consideran propiamente una región, divide el norte seco de la fértil zona central. Aquí está el valle de Elqui, uno de los centros espirituales de la Tierra que, según dicen, es mágico. Las fuerzas misteriosas de Elqui atraen peregrinos que acuden a conectarse con la energía cósmica del universo y muchos se quedan a vivir en comunidades esotéricas. Meditación, religiones orientales, gurús de diversos pelajes, de todo hay en Elqui; es como un rincón de California. Allí también se hace nuestro pisco, un licor de uva de moscatel, translúcido, virtuoso y sereno como la fuerza angélica que emana de esa tierra. Es la materia prima del pisco sour, nuestra dulce y traicionera bebida nacional, que se toma con confianza, pero al segundo vaso suelta una patada capaz de voltear al más valiente. El nombre de este licor se lo usurpamos sin contemplaciones a la ciudad de Pisco, en Perú. Si cualquier vino con burbujas suele llamarse champaña, aunque el auténtico sólo sea de Champagne, en Francia, supongo que también nuestro pisco puede apropiarse de un nombre ajeno”.
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