(Documento de interés sobre el estado de las investigaciones en el año 1919, sobre el ayllu)
El Deber, Arequipa, jueves 19 de enero 1920, pág. 5
https://eap.bl.uk/archive-file/EAP726-1-1-31-1#?c=0&m=0&s=0&cv=4&xywh=1903%2C1942%2C1001%2C647
Génesis y evolución de la propiedad en el ayllu
[Fragmento de la obra "organización social y
política del Perú Antiguo", libro de
don José A. Mendoza del Solar,
en días de publicarse]
Al buscar la génesis de la idea de propiedad, la encontramos, no bajo unn tinte individualista, sino que ella se nos presenta como una modalidad propia de la colectividad. Surge en la nebulosa de la formación social bajo la idea de una protección divina para cada horda, pues el primer vínculo jurídico que se determina en la relación de los componentes sociales se basó un una íntima comunidad religiosa, viniendo a constituir las primitivas unidades domésticas, verdaderas asociaciones de un guarqui (tótem) determinado.
la protección que el ayllu tribu consigue para todos los individuos que lo componen, viene a constituir el punto de partida del concepto de propiedad. El dios protector ó guarqui, bien fuese un animal salvaje o uno de los más hermosos fenómenos de la naturaleza, pertenece a todo el grupo, viene, si es posible decirlo, a compenetrarse con todos los miembros de él. por esto es que todos los individuos componentes de tan antigua modalidad social, llevan su nombre, lo invocan en sus momentos de peligro, le sacrifican y rinden adoración.
Más, el hombre tiene necesidades urgentes, que forzosamente debe llenar poder vivir. estas necesidades que en tan antigua época tuvieron que ceñirse a las más importantes para la subsistencia, como la comida y el vestido, estas necesidades que necesariamente debían individualizarse por la misma naturaleza de ellas, representan en la génesis de la propiedad, los albores de la modalidad privada. Pero los objetos que el hombre cogía, el producto de su trabajo y los seres de los cuales se adueñaba por la fuerza, pertenecieron a todo el grupo, porque en tan lejanos tiempos, el derecho del conjunto primaba sobre el del individuo.
El clima y el medio ambiente ejercieron indudablemente, gran influjo en la evolución de la propiedad, pues mientras que algunas hordas se estacionaban en parajes de las punas, de temperamento frígido, donde los pastos eran abundantes para alimentar a numeroso ganado, otras erraban por las tierras calientes, donde se dedicaron a laborar los campos, limpiar los bosques y hacer fructificar la tierra. Devino de auí un doble concepto de la propiedad: pues así como los ayllus tribus de pastores poseían como propiedad a cierto número de cabezas de ganado y no daban importancia alguna a la tierra que producía los pastos, cambiándola tan luego como ella era limpiada; en cambio os ayllus tribus que habían gastado sus músculos en el laboreo de la tierra, la consideraban a ésta como propiedad de toda la colectividad, mientras los frutos se encontraban adheridos al suelo y se realizaban las cosechas, que terminadas estas, si la tierra se hallaba agotada, emigraba la horda en busca de mejor suelo. En la primera de estas modalidades, el ayllu tribu fue propietario de las cabezas de ganado y no puede concebir la apropiación del suelo, en la segunda, la tierra fue propiedad del ayllu tribu sólo por determinado tiempo, mientras que se encontraba vigorosa y pudo servir para la germinación y fructificación de los vegetales.
Al evolucionar el ayllu tribu y bifurcarse en SUYUS, esto es, al realizarse el establecimiento definitivo de las hordas en determinado suelo, surge un nuevo vínculo jurídico que debe unirse al vinculo sanguíneo para determinar de un modo más exacto la diferencia de una agrupación que tiene un guarqui a otra; este vínculo fue la propiedad del suelo.
En el ayllu clanmatronímico, la propiedad de los suyus se fraccionó en la de los clanes, del mismo modo que el guarqui del suyu, sirvió para todos ellos.
El aumento de las necesidades humanas, que se acrecientan a medida que el hombre se civiliza, hizo que los clanes pospusieran la vida de continuas querellas, por la más apacible de las faenas agrícolas y del florecimiento del pastoreo.
Se realizó entonces la evolución del ayllu clanmatronímico al patronímico y con ella, la verdadera propiedad del suelo. Admitido el guarqui de propiedad del padre al lado del que pertenece a la madre, el varón disfrutó del poder que anteriormente sólo gozara la mujer, y paulatinamente, a medida que el hombre monopolizó las faenas agrícolas y los trabajos que requerían esfuerzo y gran energía, y que la mujer se vio relegada a las faenas domésticas, el hombre incrementó su poder a tal extremo, que en tiempos posteriores se consolidó como único señor.
Entonces el señor o mallqui de un ayllu, rivalizó con los mallquis de otros ayllus y consiguió un triunfo económico, producido por el mayor número de ganado o por la mejor cosecha de frutos. De este caudillo, que como o hemos indicado anteriormente, era elegido por todos los miembros de cada ayllu, surgió el jefe político y doméstico, y el dirigente militar.
En esta nueva fase del ayllu, que nosotros hemos comparado con la gens de los romanos, la propiedad sufrió una nueva modificación. Mientras que el mallqui ó mancu fue el simple representativo del ayllu, elegidos por los miembros de éste, la propiedad del suelo y la de los inmuebles, siguieron perteneciendo a la colectividad, individualizándose la propiedad de algunos muebles, como el vestido, los alimentos y los objetos de uso personal, pero cuando el mallqui del ayllu ccapac se hubo transformado en señor absoluto, como gobernante tiahuanaquense, Sinchi o Ccápac Inca, entonces el gobernante, usurpando a los antiguos derechos comunales, tomó para sí gran cantidad de terrenos y riquezas que vinieron a constituir su patrimonio privado.
La conducta de los señores de Tiahuanacu fue fielmente seguida por todos aquellos señores que al fraccionamiento de tan gran poderío, se constituyeron en pequeños reyezuelos de diminutos estados. Por esto es que al verificarse las conquistas de los Ccapac Incas, encontraron éstos en las diversas provincias que conquistaban, la propiedad privada e cada uno de los curacas, fuera de la propiedad colectiva de los ayllus.
Una de las pruebas más palpables de la propiedad privada de los gobernantes qqueshuas anteriores a los Incas, podemos deducirla de los challthasis u ofrendas que los ayllus vecinos a las chullpas y a los sepulcros de los antiguos señores, llevan para conseguir su apoyo.
Esta costumbre que actualmente se observa, deviene de otra más imponente que se celebraba en tiempo e los Ccapac Incas y que seguramente se realizaba en la época de los gobernantes tiahuanaquenses, como se verificaba con las huacas a la llegada de los españoles. Fue ella, el suicidio de las mujeres y criados de los Ccapac Incas, nobles y curacas, realizada a la muerte de éstos. Analizando esta costumbre, podemos observar que ella nos revela con gran claridad la existencia de la propiedad privada entre los miembros pertenecientes a la alta sociedad peruana. El darse muerte las mujeres y criados, o el ser enterrados vivos o sacrificados a la fuerza, nos demuestran claramente que esos seres, se consideraban como cosas, como propiedad del muerto.
Si el amo, si el propietario había muerto y tenía necesidad e sus servicios en la vida de ultratumba, donde según la creencia de ellos ocupaba igual rango y tenía el mismo poder que en vida, era consecuencia lógica, según el modo de pensar de tales tiempos, que la mujer ó el sirviente, por no decir os esclavos, se sacrificasen para ir a acompañar al dueño, puesto que le pertenecían. Esta costumbre fue modificándose hasta que, al sufrir las creencias de los qqueshuas el gran cambio operado por la doctrina cristiana, y al considerarse que los sacrificios humanos nada bueno reportaban al difunto, cambiaron los suicidios con el ofrecimiento de las mejores cosechas y de los objetos más preciados, en la tumba de los antepasados. Dicha costumbre que subsiste actualmente, no sólo en las poblaciones indígenas sino también en las que son netamente españolas como Arequipa, se ha suavizado un tanto, reduciéndose a ir a beber chicha sobre la tumba del difunto, y a derramarla como primicia de un constante recuerdo.
El estudio de la propiedad en tiempo de los Incas es en sí, demasiado complejo, siendo imposible llegar a generalizar un solo sistema para un país compuesto por diversos pueblos de diferentes grados de cultura. En atención a esto es que nosotros estudiamos aparte la propiedad en los ayllus reales, propiedad netamente privada con rezagos de colectividad, en los aytllus plebeyos, con predominio del sistema comunista, y en aquellas composiciones sociales y políticas, con las cuales los monarcas el Tahuantinsuyo llegaron sólo a tener simples relaciones internacionales, con endebles vínculos religiosos, sociales y políticos
Arequipa, 26 de dbre. de 1919
José A. Mendoza del Solar
viernes, 10 de enero de 2020
miércoles, 1 de enero de 2020
Literatura apurimeña
Panorama de la literatura apurimeña
Melquiades Alendez Carrión & Rubén Huertas Farfán (*)
La presencia de la literatura apurimeña en la cultura nacional es silenciada por la crítica oficial. En la siguiente nota se esboza su desarrollo y el trabajo literario de sus autores, que tienen en José María Arguedas y Manuel robles Alarcón, a sus máximos exponentes.
La creación literaria en Apurímac ha evidenciado un notable desarrollo en la escena nacional. Sin embrago, se carece de trabajos que analicen el desarrollo de la literatura apurimeña y se les otorgue el sitial que merecen los autores y sus obras. Algunos ostentan méritos a nivel nacional, departamental y local. Para evidenciar esta vertiente creadora, esbozaremos el trabajo literario de algunos de ellos.
José María Arguedas es, sin lugar a dudas, el escritor de mayor prestigio e importancia que tiene Apurímac. Su imagen ha opacado a otros literatos apurimeños. Jorge Flores Ramos, escritor andahuaylino, tiene trabajos en verso y en prosa que conjuncionan el romanticismo provinciano, sus relatos describen al indio reivindicando los valores de su raza y luchando contra la injusticia social. En poesía podemos mencionar sus poemarios: "El paisaje", "El hombre y la vida", "Poemas matinales", y otros.
El maestro Guillermo Villadegut Ferrufino cultivó una bellísima y sugestiva prosa de estilo insuperable. Su novela "El extraño indio Clemente Kespe" se ubica en la corriente indigenista, "Alancho, el noble bandolero", refleja la vida citadina de Abancay, las costumbres populares y el folklore apurimeño, "Las voces eternas" encierra un conjunto de poemas de emoción social, y el "Reloj del tiempo" representa una especie de calendario histórico.
Juan José Flores en su obra "Huámbar poetastro, acacau tinaja", muestra con sutileza las costumbres andinas. Hugo Pesce Pescelto, investigador, profesor universitario y fino literato, en su obra "Latitudes del silencio" conjuga la agudeza de su ingenio con la precisión y rigor científico de su narrativa. Julio César Sanabria Hermosa es autor de la novela coerta "Casta de blancos" que en 1942 fue galardonada en los Juegos Florales Sur Peruanos relizados en el Cusco.
Entre los escritores que actualmente despliegan esfuerzo y trabajo por la literatura apurimeña, figuran Federico Latorre Ormachea, infatigable trabajador de la pluma, de profunda emoción social, que en la temática de sus obras, refleja el mundo del Ande como cimiento de la nueva nacionalidad. ha publicado "Narraciones apurimeñas", "Canto a mi tierra", "Félix y el tío Baltazar" y hace poco "El niño Lunarejo".
También desarrollan el trabajo literario Hermógenes ROjas Sullca, poeta, narrador y compilador de verso lírico y bucólico. Giraldo Alfaro Valer que en su novela "Orgía de sangre" refleja la realidad de Puerto Maldonado. Hernán Hurtado Trujillo es autor de "Versos del camino", "la vida hecha poesía", que son versos reflexivos y de emoción social. Alejandro Medina Bustinza en sus poemarios "El despertar de los míos" y "Apu Runco", muestra su estilo indigenista. Exaltación Amaru Flores en su obra "Intimpay" sustenta la fuerza telúrica que tiene su expresión en los fenómenos naturales que merecen ser estudiados y analizados.
Un acápite especial merece la obra del escritor abanquino Manuel Robles Alarcón, que es una de las más importantes, y al que se debe dar el reconocimiento que con justeza se merece. Junto con José María Arguedas y Ciro Alegría, es uno de los pioneros de la narrativa indigenista. En sus obras "Sara cosecho", "perros vagabundos" y otras, describe al mundo indígena con patético realismo, denuncia la opresión feudal y de servidumbre en que se halla sumido, hace carne de sus protestas y anhelos, alza la voz preconizante que la unión de los indios les dará la fuerza para forjar su propia redención.
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* Extractos de la tesis "El realismo indigenista en las obras de Manuel Robles Alarcón", que fue presentada por sus autores para optar el título profesional de Licenciado en Educación en la Universidad Tecnológica de los Andes, en Abancay.
Visión, suplemento del diario....
Lima, jul-ago 1994
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